Alguna vez fue humana, reía,
lloraba, sufría y se alegraba como cualquiera de nosotros. Pero ahora no es más
que una mera sombra, un bulto de carne con la mirada perdida hacia el vacío
Hay quienes juran que alguna vez fue hermosa, una bailarina con tanta gracia y
belleza que la Luna se ponía celosa. Otros aseguran que poseía una esplendorosa
voz, tan bella que las sirenas quedaban mudas al escucharla. Unos mas dicen que
su belleza recaía en su cara, perfectamente simétrica, con una piel suave y
tersa que parecía jamás haber sido tocada por el sol, ojos grises y su
larga y sedosa trenza negra. Pero para mí, su belleza la tenía en la mirada,
dejando de lado el sutil tono de sus ojos, su mirada era dulce y compasiva, podías
ver tu propia alma reflejada en ellos, aun hoy esa mirada sobrevive. De lo
demás no queda nada. Lo que veo a través de esta reja no es para nada lo que eh
descrito. Veo una sombra con cabellos blancos y enredados, su piel quebradiza y
arrugada, una figura que apenas logra arrastrarse por el suelo, que gime
intentando hablar.
En aquel entonces, esta pobre
desdichada intento ser una diosa. Vistiendo un vestido de seda negro se
aventuro a la isla de los todo poderosos. Esto ocurro en la época del cambio,
cuando los viejos dioses buscan a quienes los remplazaran, estos se eligen
desde el nacimiento, naces con la marca de tu don. Pero la Luna, caprichosa como ella sola, pone
a prueba a todas las mujeres que aspiren a ser ella, solo la más bella,
femenina, elegante y poderosa podría encarnarla.
En cuanto ella apareció opacó
a todas, perfectamente arreglada, peinada y perfumada, nadie podía asimilar el
porte y la gracia de ella al caminar. La Luna la miro, paso frente a ella como
un León cuidando su territorio. La reviso de la cabeza a los pies, de atrás para
delante y se detuvo en su mirada, le sonrió. Aquella mujer demostró su
confianza, no se movió, no parpadeo, no transpiro, tal parecía que la mirada de
la diosa no le había causado ninguna impresión. El resto se limito a mirar
estupefacta e incrédula, era difícil decir cuál de las dos era la más hermosa. Las
mujeres reclutadas no eran las únicas que notaron su belleza, el dios de los
infiernos también se percato de ello. Él era el esposo de la Luna, siempre su
fiel amante desde antes de ser dioses. Aquella mujer noto el deseo que hizo
crecer en aquel dios, lo miro y le sonrió. Pensó su estrategia, seducir al dios
de los infiernos, para que la nombrara la nueva diosa de la Luna.
Al amanecer la Luna se retiro,
sin sospechar que su amante y aquella mujer se entregarían al fuego infernal. Pero
la Luna no es fácil de engañar, después de todo ella sale de día o de noche según
le plazca. Desde la carroza de su hermano los miro, presencio como la mujer seducía
al que fue su amante por cientos de años. Esa noche el Infierno persuadió a la
Luna de elegir a aquella mujer, la Luna calmo a su esposo, esa mujer fue su
favorita desde que la vio llegar.
Anuncio a la nueva Luna, una
que sorprendió a todos los presentes, una cuya estrategia era mejor que la de
aquella mujer, una que nadie había notado, pero su belleza competía con la de
aquella mujer y con la Luna misma. El Infierno reprocho molesto, exigió cambiar
la decisión. La Luna dejo caer la furia contra aquella mujer, la tomo del
cuello. El Infierno trato de impedirlo, le rogó a la Luna por piedad, pero ella
no lo escucho. Todos esperan ver como se rompería del cuello de aquella mujer,
pero no fue así. Luna era consciente, si la mataba iría al infierno y entonces
ellos se encontrarían. Aquella mujer merecía algo mejor, viviría, para siempre.
Luna la miro a los ojos y ante nuestras miradas le robo su belleza, mas no su
juventud. Ahora no era más que un ser deforme y marchito, incapaz de moverse o
hablar. Quedo confinada aquí, en el fondo del mar. Aprisionada tras estos
barrotes, por donde la Luna le restriega su belleza al asomarse cada noche y
parte del día, mientras las sirenas la ensordecen con su canto.
Y yo, nunca dejare que olvide
lo que fue, lo que pudo ser. Le recordare para siempre que su belleza no fue
rival para mi astucia, en lugar de seducir al dios del Infierno yo seduje al
futuro dios del Mar. Luna, al ver la fuerza que ambos tendríamos juntos, decidió
nombrarme su sucesora, al ver como el Mar se movía a mi completo antojo y
placer, como las sirenas me obedecían sin dudar. Ahora estoy aquí, resplandeciendo
toda esa belleza que intentaste opocar.